viernes, 2 de mayo de 2008

Jose Luis Borges

Borges cultivó este pequeño género.
Lector incansable, hombre cultísimo, reflexiona
en su obra sobre la influencia de la literatura en todos
los aspectos sociales y culturales. Nos podríamos
aventurar a decir que para Borges hay dos espejos
contrapuestos: el mundo escrito y el mundo real,
los cuales, uno frente a otro, se retroalimentan y se confunden.

La trama

Para que su horror sea perfecto, César, acosado al pie de la estatua por lo impacientes puñales de sus amigos, descubre entre las caras y los aceros la de Marco Bruto, su protegido, acaso su hijo, y ya no se defiende y exclama: ¡Tú también, hijo mío! Shakespeare y Quevedo recogen el patético grito.
Al destino le agradan las repeticiones, las variantes, las simetrías; diecinueve siglos después, en el sur de la provincia de Buenos Aires, un gaucho es agredido por otros gauchos y, al caer, reconoce a un ahijado suyo y le dice con mansa reconvención y lenta sorpresa (estas palabras hay que oírlas, no leerlas): ¡Pero, che! Lo matan y no sabe que muere para que se repita una escena.

1 comentario:

Yoly M dijo...

Tu blog no podía ser de otra cosa.. :) ¡Me gusta!